6:35 De Un Sábado Futuro

6:35 am. Olvidé desconectar el despertador. Bendito fin de semana, cuánto te llevaba esperando. Parece que tú ni lo has escuchado o es que acaso te haces la dormida. Tranquila, sigue ahí durmiendo sobre mi hombro. Todavía la habitación me da vueltas. Claro que a pesar de los primeros rayos de sol entrando por las ranuras de la persiana, hace sólo dos horas todavía estaba en plena fiesta. Es lo que toca cuando al fin puedes decir aquello de "ya tengo mi propia casa". En el salón todavía duermen las incontables botellas vacías y los vasos tantas veces rellenados con champán. Los globos, la serpentina de colores, el equipo de audio en pause. Qué sorpresa verles a todos al llegar a casa esperándome para darnos la bienvenida oficial a la soñada ciudad a pesar de que ya hace casi dos meses que pisamos este suelo. Quién me iba a decir a mí mientras subía en el ascensor hasta el piso treinta y dos que sólo unos segundos después iba a verme envuelto por los nuevos compañeros de oficina, música, alcohol y un calor humano afectivo sin más intención que la de hacerme sentir como en casa a pesar de la distancia. Y todo gracias a ti. Siempre estás en todo. Normal que ahora descanses ajena al sonido del despertador. Afuera la ciudad sigue durmiendo. Una mañana de sábado en Nueva York es como una mañana de sábado en cualquier otra ciudad del mundo; el inicio pausado de una jornada tranquila. Aprovecho que estoy despierto para observarte durante unos minutos. Luces tan bien mientras duermes. Con cuidado, aparto tu cabeza de mi hombro y la poso suavemente sobre la almohada. Espero no despertarte. Sólo quiero prepararte el desayuno. Gracias por la fiesta, gracias por estar a mi lado en esta aventura. Tenemos grandes cosas que hacer aquí. Pero déjalas para luego. Aún puedes seguir durmiendo.

Y es que Sucede Que Hoy imaginé un futuro lejano y próximo...

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