En El Desvelo Caluroso

Seguía esperando el sonido del teléfono, pero el único sonido que escuchaba era el del viejo aparato de aire acondicionado suspendido sobre la puerta y el murmullo ininteligible de la cadena de televisión extranjera a la que ya no atendía. La habitación de aquel hotel se hacía cada vez más y más pequeña conforme la espera se prolongaba. Del otro lado del cristal de la ventana, las cortinas de una vecina de paso y desconocida ocultaban los secretos de su intimidad, los motivos de su estancia en aquel otro hostal, la conversación que mantenía por teléfono -ella sí que había tenido la suerte de escuchar aquel sonido-, el color de sus sábanas, su compañía si es que la tenía... Los destellos que se veían en la habitación hacían intuir que ella también estaba viendo la televisión, o al menos, como en su caso, la tenía encendida. Se preguntó si ella entendería lo que decía aquel presentador de pelo blanco que no cambiaba el gesto mientras disparaba palabras a toda velocidad. Se levantó y corrió del todo las cortinas para perder el tiempo observando a aquella chica mientras trataba de encontrar el sueño perdido. Apagó el televisor y la luz de la mesita de noche y se sentó en la cama con la espalda apoyada sobre el cabezal, dispuesto a desentrañar la historia, su historia, la historia de aquella que se había convertido en su compañera de desvelo sin ser consciente de ello. Entretanto la noche caía calurosa sobre la ciudad...

Y es que Sucede Que Hoy ocurrió sin más...

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