Buenas Y Adiós
Se suponía que ella no debía estar allí. Que no iba a producirse un encuentro incómodo e inesperado. Que no tenían que verse aquel día, a aquella hora, en aquel lugar y en aquellas condiciones. Se suponía que ella no iba a estar allí y la tarde iba a transcurrir tranquila, como las horas previas, pero el destino no les dejó permanecer en la ignorancia. No hacía tantos días desde la última vez que habían intercambiado palabras, aunque sí bastantes en que esas palabras habían sido de esperanza e ilusión. Y aunque todavía el tiempo podía medirse en horas -parece tácitamente aprobado que hasta las setenta y dos el tiempo todavía se mide en horas- lo cierto es que en aquellas circunstancias no era así, sino en distancia y frialdad. Y de ese hacía mucho; siglos, milenios incluso. Pero se produjo el encuentro. Un "buenas" que recibió un "adiós" indiferente, mientras las miradas ocultaban todas las palabras que la boca no se atrevía a dejar escapar. Llegaron entonces los sudores fríos, las palpitaciones y los "me falta el aire". -Se suponía que tú no debías estar aquí -pensó. Se suponía que debía olvidarte y estos sustos no ayudan. Era tarde. Ya había sucedido. Ya nada podía hacer correr el tiempo atrás, ni ya nada podía reparar su alma mientras le seguía con la mirada paralizado conforme ella se alejaba escaleras abajo. Su imagen, el eco de su adiós y su recuerdo le acompañaron el resto de la tarde, confundiendo su ánimo entre la alegría que siempre le supuso verla y la tristeza de ser consciente de la distancia.
Y es que Sucede Que Hoy no debía estar allí...