La Belleza De Tu Cuerpo En Bicicleta

Te vi de lejos mientras pedaleabas con garbo y alegría montada en tu bicicleta de color rosa. El sol irradiaba con descaro en aquella hora improcedente y sus rayos reflejaban en el cristal oscuro de tus gafas de sol. Poco a poco te acercabas hasta donde me encontraba yo, evadido del calor asfixiante de afuera, esperando a que el semáforo me permitiera continuar la marcha. El semáforo, y desde entonces tu imagen, pues al verte sentí un extraño acelerón en mi pecho que, en contra de avivar mi ritmo y apresurar mi actividad, me sumergió en un estado de parálisis momentánea, como jamás había sufrido. Por momentos tuviste el don de detener el tiempo y todo cuanto ocurría a nuestro alrededor. Nada existía, solos tú y yo entre el bullicio de la gente, en aquella céntrica calle de la ciudad. Ni siquiera nos miramos, cautelosos, precavidos, sutiles, como tratando de esquivar un cruce cuyas consecuencias nos atormentaban a la vez que intrigaban. Ahora descansabas el peso de tu cuerpo sobre la pierna que descendía eterna hasta el suelo, mientras tus brazos sostenían con maña la bicicleta con la que te desplazabas y lucías figura y formas al pedalear. Tu estilo desenfadado y ausente de artificios, destacaba natural y rotundo, mostrando tu belleza salvaje y espontánea de diosa inca. Y con aquella estampa infinita de ti, mi mente echó a volar y te imaginó en otra época, entre las calles de una ciudad incipiente, portando el pan recién horneado en la cesta delantera de aquella misma bicicleta, y en la boca las cartas que tu querido te enviaba desde su residencia accidental en algún país del norte de Europa. Pero el cambio del semáforo me devolvió a la realidad y tuve que reanudar la marcha, mientras te observaba alejándote por la acera sin girarte. Cambié mi rumbo y traté de dar la vuelta a la manzana para encontrarme de nuevo de frente contigo, pero justo cuando estaba a punto de torcer la última esquina que debía presentarme por sorpresa ante la rueda de tu bicicleta, la pelota de un niño seguida de su dueño atravesó de parte a parte la calzada y me obligó a frenar bruscamente para evitar una desgracia. Para cuando me repuse del susto y pude continuar, tú te habías perdido callejeando sin dejar rastro, ajena a la primavera retrasada que habías despertado en mi pecho.

Y es que Sucede Que Hoy admiré la belleza de tu cuerpo en bicicleta...

2 comentarios :

Anónimo | 20:49

Hola Pablo espero que tengas la suerte de encontrarte de nuevo con aquella bicicleta... Hoy solo te quiero compartir que ocurrio algo muy horrible que seguro entenderas, creo que perdí mi meoria usb, donde esta mi diario, unos cuantos articulos sin publicar y un regalo sin entregar...
Que frustarción... no crees?

Un besote

Marlene

Pablo Martín Lozano | 20:59

Hola Marlene, ojalá me encuentre de nuevo con aquella bicicleta y en esta ocasión se produzca el cruce de miradas y quién sabe si algo más.
Espero que recuperes tu Usb y accedas a todo lo que has perdido, entiendo tu frustración, pero estoy seguro que de no encontrarla, podrás escribir cosas igual de bonitas que las extraviadas. En cualquier caso, suerte con la búsqueda.

Besos y gracias.