El Extranjero

"Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, no me queda más que desear en el día de mi ejecución la presencia de muchos espectadores que me acojan con gritos de odio."

Son las últimas palabras del libro que ahora se desvanece en mis manos. Durante dos días he acompañado a Camus en su viaje eterno por los senderos del nihilismo, por los atajos de una vida sin mayor sentido que el de la irremediable muerte, por el fangoso recorrido de una verdad tan dolorosa como asumible.

No han sido una, ni dos, ni tres las veces que he podido ser un Meursault cualquiera. Tampoco han sido una, ni dos, ni tres las ocasiones en que hemos conocido juicios y sentencias dramatizadas por el absurdo de la libre interpretación. Ni siquiera han sido uno, ni dos, ni tres los momentos en que el sentido de la vida se nos escapa entre suspiros e inquietudes.

Todos nos debemos a nuestra existencia, al cómo nos inventamos y trazamos una vida por la que transitar, un fin por el que luchar, un acompañante con el que vagar. Lamentablemente, de la misma manera, todos nos debemos a lo que de nosotros piensan los demás.
Pero, ¿qué nos queda al final?. ¿Qué debemos recordar justo en el momento previo al adiós eterno?

Y es que Sucede Que Hoy todos somos un Meursault más...

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